lunes, 18 de julio de 2011

Estrés

Me asfixiaba en mí mismo. Me retorcía estrujado por el fuerte abrazo de la desesperación, como si mil escamas de serpiente oprimieran mi interno. Así mismo, su voz de lengua bífida silbaba a mi oído sutilmente pero inexorable, elegante y fría, como si en vende sonido entre sus labios se filtrasen finas agujas de un dolor intenso. Se levantaba en mi el cansancio, se me bajaba el ánimo, mi corazón estaba listo para la letal mordedura. Primero silencio, luego cosquillas, finalmente me rechinaban los dientes y yo gritaba por dentro. En aquellos días bárbaros y retorcidos, tan estresantes que el sudor caía como lluvia por mi frente, no necesitaba cosa tan sencilla  que la mortal mordedura de serpiente. Fría y calculadora, pues sólo se limitaba a herirme, a regocijarse mientras me retorcía en mi mismo, y yo esperaba a que algo cambiase, a que las vacaciones debilitaran su existencia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece curioso como nos sentimos atraídos por algo que nos causa tanto daño...

besines

La sonrisa de Hiperion dijo...

Estupendo blog el tuyo, un placer haberme pasado por tu espacio.

Saludos y buena tarde!

Ricardo Miñana dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.