sábado, 26 de marzo de 2011

Crisálida.

Me hallaba en medio de la nada, encerrada en una crisálida de cristal.  En ella, flotaban dos cajas cerradas con las que mi mirada oscilaba de una a la otra deliberando cual debía abrir. Sólo tenía una oportunidad, sólo podía decidir una posibilidad. A través del cristal que me envolvía, podía imaginarme mi futuro y las consecuencias que  traería. Pronto, muy pronto, lo único que vería serían cristales rotos, y la luz empezaría a bañar mi piel, la de una persona que se estaba haciendo adulta. Caminaría por senderos desconocidos abrazando la caja que había escogido. Lo qué no sabía, es que las dos cajas estaban vacías, y dependiendo de cual de ellas hubiera optado a elegir, la iría llenando de recuerdos, errores, o brevemente dicho, de mi vida. Aún así, aunque hiciera tiempo que hubiese abandonado mi cascarón, me sentía como si aún me protegiera mi crisálida de cristal.

1 comentario:

Beatriz Sanchez Hdez dijo...

Que maravilla Amparo, me dejas anonadada. Muy bien